martes, 14 de julio de 2009

EL INEVITABLE PASO DEL TIEMPO


Hay varios momentos en la vida que nos hacen ver que el tiempo empieza a pasar (o a pasarnos factura, como sea...) y que de ahí en adelante estará en nosotros manejar la velocidad con que esto ocurra y la forma en que nos tomamos el hecho.

Pero el tiempo va a pasar inevitablemente, como que la fuerza de gravedad existe y a eso no hay con qué darle.

La primera vez que tuve un síntoma de esto fue después de parir. Volvés de la clínica donde estuviste 2 o 3 días viviendo en camisón y de donde partiste habitualmente vestida con algún jogging o pantalón cómodo (tal cual lo indicaban las instrucciones que te dieron en el curso pre-parto respecto a la ropa que tenías que llevar en el bolso), y oh sorpresa!... Llegás a tu casa y descubrís que ya nada te entra por más que peses los mismos exactos kilos que antes de haber tenido 1 solo día de embarazo. Y sabés que sos una afortunada porque sos de las pocas que pesan lo mismo que antes, pero aún así tu cuerpo tiene otra forma y además otra consistencia.
Otro gran momento en el que detectas un deterioro adicional al primero, es después de haber finalizado con la controvertida experiencia de amamantar. Aún si antes de parir hubieras estado conforme con tus medidas de fábrica, durante el embarazo pasaste a pensar que tenías la delantera mas sexy del teatro de revistas, para al tiempo pasar a sentirte un muestrario de pasas de uva en extinción.

Cuando yo no había alcanzado mis 25 siquiera, escuchaba hablar a mis amigas más grandes de estos temas, y sonreía como quien ignora lo que le espera... pero todo llega. Y es ahí, justo ahí, cuando llega, que pasa a importarte eso que jamás antes habías advertido: el efecto que provoca la luz de tu baño y como resalta tus "defectitos".

Ya no podes NO ponerte crema al salir del baño porque sino te descamás con un pez, tus rodillas descienden minimamente 5cm de la altura de las piernas donde antes estaban ubicadas, vas al super y priorizás el contorno de ojos a la cena del día, te hacés amiga de la esponja vegetal y de todo producto de belleza que te prometa mentirosamente devolverte tu figura.

Mientras que cuando eras adolescente, para tener la panza chata para ir a la playa, bastaba con no desayunar sólidos ese día, ahora tenés que ayunar como un monje benedictino todo el año, hacer 5000 series de abdominales (series de 10mil!) y fumarte el video de Catherine Fulop y el Ova 3 veces por semana para igualmente NO lograrlo.

Los años pasan, sólo es cuestión de aceptarnos y ser felices con el envase que nos tocó en suerte.

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